Domingo 22 de diciembre
4º de Adviento
Mateo 1,18-24
Ser
cristiano no es creer que Dios existe. No es imaginar “Algo” que desde la
lejanía misteriosa da origen y sostiene la creación entera. Ser cristiano es
descubrir con alegría que en Jesús Dios está con nosotros. Se ha hecho
Enmanuel, Dios con nosotros. Ser cristiano es intuir, desde la fe, que Dios
está en el corazón de nuestra existencia y en el fondo de nuestra historia
humana, compartiendo nuestros problemas y aspiraciones, conviviendo la vida de
cada persona con sus gozos y fatigas como amigo, insisto, que solo quiere y
busca el bien del hombre, su gozo, su felicidad.
Este
gesto de Dios en Jesús, que se solidariza con los hombres y comparte nuestra
historia, es lo que sostiene, en definitiva nuestra esperanza cristiana, que es
el sentido de un futuro feliz alcanzado ya que damos a toda nuestra vida desde
el nacimiento hasta después de la muerte…
Y
es que nosotros, apoyados en Dios con nosotros, en Jesús, nuestros esfuerzos y
nuestras luchas no pueden terminar en fracaso definitivo. Porque Dios ha
querido ser uno de los nuestros y ya no puede dejar de preocuparse por esta
historia nuestra en la que se ha encarnado y a la que él mismo pertenece.
No
podemos vivir, ni humana ni cristianamente, una vida digna dudando de todo y de
todos. Se nos ha dado la palabra para comunicarnos, para decirnos los unos a
los otros, para compartir nuestra verdad, nuestros sentimientos. Y no creer en
la palabra del otro, es no tener fe en el otro.
La
vida de la pareja es palabra. Palabra dicha y palabra creída.
La
vida de padres e hijos es palabra. Palabra dicha y creída. La vida comunitaria
debe estar basada en la Palabra dicha y creída
Creer
en la palabra de los demás es creer en su dignidad, en su sinceridad y
honestidad.
No
creer en la palabra de los demás es negar su dignidad, su sinceridad y su
honestidad.
No
creer en la palabra hace imposible el amor y la comunión y comunidad. Vamos a
celebrar la Navidad de la Palabra. Y la celebraremos creyendo de verdad en esa
Palabra de Dios encarnada y creyendo en las palabras de los demás.