Domingo 16 de junio
Santísima Trinidad
Juan 16,112-15
Cuentan
que una profesora pregunta a sus alumnos: ¿Cómo sabemos que Dios existe? Cada
uno fue dando su propia respuesta. Pero la profesora seguía insistiendo como si
no estuviese satisfecha con las respuestas.
Queriendo
echarles un mano añadió: Y cómo saber que Dios existe si ninguno lo hemos
visto? Todos se quedaron callados. Para los niños es evidente que lo que no se
ve o se toca no existe.
Hasta
que un pequeño que era tímido, levantó la mano y tímidamente y respondió:
Señorita. Dios es como el azúcar. Mi madre me dijo que DIOS ES COMO EL AZÚCAR,
en mi leche que ella prepara todas las mañanas. Yo no veo el azúcar que está
dentro de la taza en medio de la leche, pero si la leche no tiene azúcar se
queda sin sabor.
Dios
existe, y está siempre en el medio de nosotros, solo que no lo vemos. Yo quería
enseñaros y sois vosotros quienes me habéis enseñado a mí. Yo ahora sé que Dios
es nuestro azúcar en la vida.
Dios
no cabe en nuestra cabeza, por eso podemos decir poco de él. Pero Dios cabe en
nuestro corazón.
Hablamos
de “misterios” en nuestra fe, como el de la Trinidad. Pero el único y verdadero
misterio de nuestra fe es el hecho de que Dios esté enamorado de la humanidad.
De cada uno de nosotros. Y eso es lo que nos dice el evangelio de hoy.
Siendo
como somos, Dios envió a su Hijo no para juzgar, sino para salvarnos por amor,
y sin condiciones ni pedir nada a cambio.