Domingo 28 de abril
2º de Pascua
Juan 20,19-31
No
todos vivimos en nuestro interior la misma experiencia y es comprensible que
muchas veces tengamos dudas y como Tomás nosotros no decimos que nuestras
compañeras y compañeros están mintiendo o que están engañados sobre la realidad
de Jesús. Solo decimos que necesitamos más, palpar más la presencia de Jesús
entre nosotros para adherirnos a su fe. Él necesita vivir su propia
experiencia. Y seguro que Jesús no lo reprochará en ningún momento.
Para
crecer en la fe necesitamos el estímulo y el diálogo con otros que comparten
nuestra misma inquietud.
Pero
nada puede remplazar a la experiencia de un contacto personal con Cristo en lo
hondo de la propia conciencia. Según el relato evangélico, a los ocho días se
presenta de nuevo Jesús. Le muestra sus heridas.
No
son «pruebas» de la resurrección, sino «signos» de su amor y entrega hasta la
muerte. Por eso, le invita a profundizar en sus dudas con confianza: «No seas
incrédulo, sino creyente». Tomas renuncia a verificar nada. Ya no siente
necesidad de pruebas. Solo sabe que Jesús lo ama y le invita a confiar: «Señor
mío y Dios mío».
Un
día los cristianos descubriremos que muchas de nuestras dudas, vividas de
manera sana, sin perder el contacto con Jesús y la comunidad, nos pueden
rescatar de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, y estimularnos
a crecer en amor y en confianza en Jesús, ese Misterio de Dios que constituye
el núcleo de nuestra fe.