Domingo 13 de mayo
Ascensión de Jesús
Marcos 16,15-20
No, no me confundan al Espíritu Santo con una paloma… lean la
historia de Bozo.
Bozo era un elefante enorme, hermoso y amable.
Los niños le ofrecían cacahuetes en las palmas de sus manos y Bozo las cogía con mucho cuidado y parecía sonreírles agradecido.
Pero un día nadie sabe por qué, Bozo cambió. Estuvo a punto de matar al hombre que limpiaba su jaula. Se enfadaba con los niños en el circo y se puso imposible. Su dueño pensó que había llegado la hora de deshacerse del elefante otrora tan amable.
Para obtener fondos y comprar un nuevo elefante, el dueño organizó una gran exhibición en la cual se ejecutaría con toda solemnidad a Bozo.
Se llenó la plaza y tres hombres estratégicamente colocados con rifles apuntaban a la cabeza del elefante.
Antes de que dieran la señal de disparar, un hombre pequeño se acercó al dueño y le dijo: “Señor, esto no es necesario. Bozo no es un mal elefante”.
“Sí, le contestó, y tenemos que matarle antes de que mate a alguien”.
“Señor, concédame dos minutos con él en su jaula y le demostraré que está equivocado”.
Después de una larga conversación le permitieron entrar en la jaula del elefante que resoplaba y trompeteaba.
Antes de que el elefante le embistiera, el hombre comenzó a hablarle. Bozo se calmó inmediatamente. Los espectadores cercanos lo oían pero no entendía nada porque le hablaba en una lengua extranjera. El animal comenzó a temblar y agitar su cabeza. El extraño se acercó a Bozo y acarició su trompa. El gran elefante lo envolvió tiernamente con su trompa, lo levantó y le dio unas vueltas alrededor de la jaula antes de dejarlo cuidadosamente junto a la puerta. Todos aplaudieron.
Cuando salió de la jaula le dijo a su guardián: “Como ves es un buen elefante. Su problema es que es indio y sólo entiende un idioma. Necesita a alguien que hable su idioma. Si encuentra en Londres alguien que le hable de vez en cuando en su idioma no tendrá ningún problema”.
El hombre se puso su abrigo y se marchó. Ese hombre se llamaba Rudyard Kipling.
El Espíritu Santo es el amor que se mete hasta los tuétanos de nuestros huesos, hasta lo más íntimo de nuestro ser… y desde ahí nos hace capaces de entender a quienes son diferentes… pero juntos podemos construir un mejor.
Bozo era un elefante enorme, hermoso y amable.
Los niños le ofrecían cacahuetes en las palmas de sus manos y Bozo las cogía con mucho cuidado y parecía sonreírles agradecido.
Pero un día nadie sabe por qué, Bozo cambió. Estuvo a punto de matar al hombre que limpiaba su jaula. Se enfadaba con los niños en el circo y se puso imposible. Su dueño pensó que había llegado la hora de deshacerse del elefante otrora tan amable.
Para obtener fondos y comprar un nuevo elefante, el dueño organizó una gran exhibición en la cual se ejecutaría con toda solemnidad a Bozo.
Se llenó la plaza y tres hombres estratégicamente colocados con rifles apuntaban a la cabeza del elefante.
Antes de que dieran la señal de disparar, un hombre pequeño se acercó al dueño y le dijo: “Señor, esto no es necesario. Bozo no es un mal elefante”.
“Sí, le contestó, y tenemos que matarle antes de que mate a alguien”.
“Señor, concédame dos minutos con él en su jaula y le demostraré que está equivocado”.
Después de una larga conversación le permitieron entrar en la jaula del elefante que resoplaba y trompeteaba.
Antes de que el elefante le embistiera, el hombre comenzó a hablarle. Bozo se calmó inmediatamente. Los espectadores cercanos lo oían pero no entendía nada porque le hablaba en una lengua extranjera. El animal comenzó a temblar y agitar su cabeza. El extraño se acercó a Bozo y acarició su trompa. El gran elefante lo envolvió tiernamente con su trompa, lo levantó y le dio unas vueltas alrededor de la jaula antes de dejarlo cuidadosamente junto a la puerta. Todos aplaudieron.
Cuando salió de la jaula le dijo a su guardián: “Como ves es un buen elefante. Su problema es que es indio y sólo entiende un idioma. Necesita a alguien que hable su idioma. Si encuentra en Londres alguien que le hable de vez en cuando en su idioma no tendrá ningún problema”.
El hombre se puso su abrigo y se marchó. Ese hombre se llamaba Rudyard Kipling.
El Espíritu Santo es el amor que se mete hasta los tuétanos de nuestros huesos, hasta lo más íntimo de nuestro ser… y desde ahí nos hace capaces de entender a quienes son diferentes… pero juntos podemos construir un mejor.