Domingo 15-4-18
3º de Pascua
Lucas 28-35-48
Este
tiempo de Pascua que ahora estamos celebrando, este tiempo de fiesta en el
Señor resucitado, resuena también de una manera especial para nosotros, más que
en cualquier otro tiempo del año, el encargo de Jesús a sus amigos, a sus
discípulos: “Vosotros sois testigos de esto”. Nosotros, como los apóstoles,
también somos testigos de la llamada que hemos recibido, de la Buena Nueva que
nos ha transformado. Nosotros, como los apóstoles, también somos testigos de
Jesús, de su palabra, de su manera de vivir, de su muerte por amor, de la
certeza que Dios nos ha dado, con su resurrección, de que su camino es el
camino que da vida.
¿Y
cómo hemos de ser, nosotros, testigos de Jesús? Estamos en un mundo que ya ha
oído muchas palabras, un mundo en el que el mismo anuncio de Jesús se da como
algo ya sabido, como algo de poco interés, como algo que tiene muy poco que
aportar. Incluso nosotros a veces lo vivimos así.
Por
eso, en este momento, lo único que puede constituir una llamada interesante,
fuerte, viva, al seguimiento de Jesucristo, es nuestro propio seguimiento. Si
nosotros vibramos convencidos de que Jesús es nuestra vida, si nosotros vivimos
sin reticencias el amor a los demás y nos ponemos al servicio de los pobres sin
miedo y sin preocuparnos por nuestros intereses, si nuestra comunidad de
creyentes es una comunidad de gente que realmente se ama y se estimula en la
fidelidad al Evangelio y en la confianza en el Padre, entonces sí que
cumpliremos de verdad el encargo de Jesús, y nuestra fe será una verdadera
oferta de vida para nuestros hermanos los hombres.