JESÚS NOS INVITA A TRANSFORMAR EL MUNDO

Domingo 5 de febrero
5º del tiempo ordinario
Mateo 5,13-16

La sal, en su justa medida, da gusto y mejora los alimentos. Nadie se come la sal aparte, sino bien mezclada con todos los demás ingredientes. Del mismo modo, los cristianos no debemos vivir segregados, cenados en un gueto o reducidos a una subcultura. Nuestra vocación es transformar, fecundar, mejorar la sociedad en que vivimos como ciudadanos con los mismos derechos y deberes que todos. Ni. tenemos que separamos de los demás ni debemos permitir que se nos excluya.
También somos luz, y por esto debemos estar en un lugar visible para que la claridad que emana de nosotros pueda acariciar todos los objetos, definir sus formas y posiciones. Las luces, aunque no se miren directamente, son puntos de referencia y hacen posible que nos orientemos. Por esto no tenemos que escondemos, conscientes de que la manifestación de nuestra fe es un servicio que hacemos a toda la sociedad.
Ser cristiano es un don inmerecido y comporta una misión ineludible: si no damos gusto, si no alumbramos, no servimos de nada.

Todos tenemos un radio de acción en el que ser sal y luz. Lo que pasa es que huimos de lo concreto para enfrascarnos en
grandes y hermosas teorías que no nos exigen más esfuerzo que una brillante conversación y posiblemente una oración compungida para que Dios arregle este mundo tan difícil de arreglar.
Y mientras tanto, cerca de nosotros hay personas que siguen con la mano tendida esperando que alguien la estreche en un momento difícil.
Hay que predicar, sin predicar; no mediante palabras, sino por medio de mi vida. Predicar sin predicar: esa es la luz hoy tan necesaria”.