Domingo 8 de enero
Bautismo de Jesús
Mateo 3,13-17
Muchas
veces los cristianos tenemos un problema para responder a la pregunta de ¿por
qué se bautizó Jesús, si Él no tenía pecado?
Cuando un hombre es encontrado culpable de algo, casi
instintivamente nace en nosotros un movimiento de distanciamiento, rechazo y
hasta repulsa. Parece la reacción normal de todo hombre que desea reafirmarse
en la honestidad y rectitud de una conducta limpia.
Parece como que lo primero y quizás lo único que debemos hacer
ante el culpable es separarnos de él, condenando su actuación y criticando su
conducta.
Tendemos a sentirnos más jueces que hermanos.
Sin embargo, quizás no es ésta la única postura ni siquiera la
que más puede ayudar al hombre a rehacerse de su pecado, rehabilitarse y
recuperar su dignidad perdida.
Con frecuencia, se han preguntado los creyentes por qué se hizo
bautizar Jesús. Su gesto resulta sorprendente. Juan el Bautista predica “un
bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados”. ¿Cómo pudo,
entonces, Jesús, el hombre justo y sin pecado, realizar un gesto que lo podía
confundir con el resto de los pecadores?
La respuesta es, quizás, bastante clara para aquél que conozca
un poco de cerca la actuación de Jesús de Nazaret.
Uno de los datos mejor atestiguados sobre Jesús es su
cercanía y su acogida a hombres y mujeres considerados como “pecadores” en la
sociedad judía. Es sorprendente la fuerza con que Jesús condena el mal y la
injusticia y, al mismo tiempo, la acogida que ofrece a los pecadores.
Comparte la misma mesa con pecadores públicos, a los que nunca
un judío piadoso se hubiera acercado. Ofrece su amistad a los sectores más
despreciados por las clases “selectas” de Israel. Llegan a llamarle con
desprecio “amigo de pecadores”.
Y están en lo cierto. Jesús se acerca a los pecadores como
amigo. No como moralista que busca el grado exacto de culpabilidad. Ni como
juez que dicta sentencia condenatoria. Sino como hermano que ayuda a aquellos
hombres a escuchar el perdón de Dios, encontrarse de nuevo con lo mejor de sí
mismos y rehacer su vida.
El bautismo no es un gesto extraño en Jesús. Es el gesto de un
hombre que, al escuchar la llamada del Bautista, desea encontrarse cerca de los
pecadores y solidarizarse con
aquel movimiento de renovación que Juan pide al pueblo.
Cuántas veces esas personas que tan fácilmente condenamos, están
necesitando más que nuestras críticas ligeras, una comprensión y una ayuda que
les dé fuerza para renovar su vida.