Domingo 24 de enero
2º del tiempo ordinario
Juan 1,1-4,14-21
Érase una vez un seguidor de San Francisco de Asís que le pedía: "Francisco, enséñame a predicar". Y San Francisco le llevaba a visitar a los enfermos, a ayudar a los niños, y a dar comida a los pobres. Juntos recorrían las calles de Asís haciendo el bien a todos. El discípulo le preguntaba, ¿pero cuándo me vas a enseñar a predicar? Francisco le contestaba: "hermano, ya estamos predicando".
Predicando con el ejemplo, con la vida. Nuestra manera de vivir es nuestra predicación. No hace falta tener un micrófono o subir al púlpito para predicar. Todos somos predicadores. Nuestra presencia en la iglesia predica nuestra fe, nuestro amor a Jesús y nuestro deseo de vivir como él vivió.
Es más hermoso y práctico un sermón que vemos que un sermón que oímos.
Es más eficaz un sermón que camina que un sermón que se grita. ¿Por qué?
Porque el ojo es mejor alumno que el oído y el ejemplo es más claro que el consejo.
Predicando con el ejemplo, con la vida. Nuestra manera de vivir es nuestra predicación. No hace falta tener un micrófono o subir al púlpito para predicar. Todos somos predicadores. Nuestra presencia en la iglesia predica nuestra fe, nuestro amor a Jesús y nuestro deseo de vivir como él vivió.
Es más hermoso y práctico un sermón que vemos que un sermón que oímos.
Es más eficaz un sermón que camina que un sermón que se grita. ¿Por qué?
Porque el ojo es mejor alumno que el oído y el ejemplo es más claro que el consejo.