Domingo 31 de enero
4º del tiempo ordinario
Lucas 4,21-30
Las palabras de Jesús no
agradaron a sus oyentes, que se habían hecho un Dios a su imagen y semejanza.
Por eso trataron de arreglar el conflicto por la vía rápida: «Al oír esto todos
en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del
pueblo hasta un barranco del cerro donde se alzaba su pueblo, con intención de
despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejó.»
Aquel día, en Nazaret,
en su propio pueblo, comenzó la pasión de Jesús. Sus mismos paisanos lo
sentenciaron a muerte. Por aquella vez, «Jesús se abrió paso entre ellos y se
alejó», si bien no sabemos cómo. Dos o tres años después, el pueblo entero lo
empujaría fuera de la ciudad, lo subiría a un monte y lo asesinaría colgándolo
de un madero. Desde el día en que habló en Nazaret se veía venir tan trágico
final.
Las palabras
de Jesús, en quien se ha manifestado la gracia salvadora de Dios, porque “Dios está
con Él”, suscitan el favor y la admiración de sus oyentes, Pero inmediatamente surge
el escándalo de que esa maravilla pueda hacerse realidad en “el hijo de José”.
Es el drama
que acompaña toda la vida de Jesús y culmino en la cruz: “si eres Hijo de dios, baja de la cruz”, y
acompaña toda la historia. Dios quiere hacer a los hombres sus hijos, al modo
divino, y los humanos nos representamos a Dios y querríamos que actuara como un
“Superman”.