Domingo 14 de junio
11 del tiempo ordinario
Marcos 4,26-34
Dios
trabaja de incógnito en el mundo, pero con eficacia. Dios no deja de vivificar
su mundo, de llevar a cabo la nueva creación.
Nos
sobran prisas, ganas de eficacia, balances pensando sólo en números, métodos de
evangelización inspirados en el marketing… Nos falta confianza en la presencia
de Dios en su mundo, confianza en la fuerza que lleva dentro cada pequeña obra
de Reino…
¿No
te han interrogado alguna vez pequeños gestos que has visto de verdad, de
bondad, de sinceridad, de honradez…? No dijiste nada, pero al verlos, tu
corazón se alegró y se sensibilizó para seguir sembrando bondad… Quizá añadiste.
«Esto no saldrá mañana en los periódicos, pero sí que ha sido noticia para mí».
La fuerza de la verdad crea una corriente irresistible de verdad a pesar de las
innumerables amenazas que debe soportar.
Hay
hoy otra llamada a los creyentes y a los hombres de buena voluntad: nada de lo
que hacemos es pequeño; nada podemos dejar de hacer porque parece pequeño y
porque creamos que no valga para nada. No es verdad que valga para hacer reino
solo lo grandioso…
No.
Estamos llamados, como creyentes, a sembrar de detalles pequeños la vida
ordinaria. Resulta que lo verdaderamente grande es lo realmente pequeño,
insignificante a los ojos de muchos, pero lleno de fuerza interior capaz de
transformar todo poco a poco.
Cuando
recordamos a gente que nos marcó en la vida positivamente, lo que recordamos
son «pequeñas cosas» que se hicieron grandes… Las parábolas del reino nos
desvelan una ley de la naturaleza y de la fe: en lo más pequeño, en lo
cotidiano, en cuanto sucede que no llama la atención, en los más pequeños y
menos valorados por l sociedad, Dios está actuando, escondido.