5º de pascua
Juan 15,1-8
Jesús es visto como la vid a la que han de estar unidos los
sarmientos para dar fruto, se dice que “a todo sarmiento que no da fruto, lo
poda para que dé más fruto”.
Tener buenas
intenciones, mejorar nuestra vida, actuar a partir del amor a los demás,
preocuparnos por los más pobres… son cosas que a todos se nos pasan alguna vez
por la cabeza y decidimos hacerlo. El problema es cuando empiezan las
dificultades.
No es raro que cuando
decidimos actuar de acuerdo al mensaje de Jesús y eso empieza a ser difícil y
exigente, muchos nos justificamos: somos humanos, somos débiles, es demasiado.
Y empezamos a dar
marcha atrás. No es para tanto, hay cosas a las que no puedo renunciar…
nos olvidamos que Jesús renunció a su vida, asumiendo la muerte en cruz, para
permanecer fiel a su Padre y al mensaje que había anunciado.
Jesús pide a sus
discípulos que permanezcan fieles a lo que han aprendido de Él. Solo esa
permanencia fiel, hasta las últimas consecuencias hará que nuestra vida
produzca frutos que valgan la pena.
Pero, cuando nuestra
forma de vivir puede llevarnos a perder la imagen que hemos logrado frente a
los demás, pone en cuestión la situación que hemos alcanzado, o pone en
peligro, como fue el caso de Jesús, nuestra propia vida… ahí repensamos las
cosas y el instinto de supervivencia física, social o económica surge con
fuerza inesperada.
Que de vez en cuando
le demos una mano a los demás es aceptable. Que estemos dispuestos a dar
mi vida por los demás, hasta las últimas consecuencias, eso ya se hace más
difícil. Mejor lo dejamos para más adelante y de momento sorteamos el hoy de la
manera que menos nos afecte.
Así nos vamos
acostumbrando a vivir en la ambigüedad. Nos damos hasta que aparece la señal de
peligro. Ahí mejor parar y esperar tiempos que no sean tan exigentes.
Cuando lleguen tiempos
menos exigentes, haremos el mismo razonamiento.
La pegunta es: si nos
movemos con esos criterios ¿qué frutos da nuestra vida? O si queremos ser un
poco más sinceros ¿estamos tomando en serio nuestro ser cristianos?
Su familia, sus
amigos, sus discípulos le dijeron muchas veces a Jesús que midiera las
consecuencias de sus palabras, de su forma de actuar.
Jesús no
les hizo caso. Sabía que el Padre es Amor, Amor sin condiciones y destinado a
todos los seres humanos. Por eso no podía ponerse límites. Permaneció fiel al
Padre.