2º del tiempo ordianrio
Juan 41,35-4
El relato
evangélico que escuchamos este domingo nos presenta el primer encuentro de Jesús con dos discípulos del Bautista, que les había dicho, que Jesús bautizaba en Espíritu. Fue un diálogo directo: “¿Qué buscáis?” “Maestro, ¿dónde vives?”. “Venid y veréis”. Fueron con Él. Vieron cómo vivía.Él dijo una vez que no tenía dónde posar la cabeza, que ya había abandonado su familia. Jesús les sedujo, la suya era una nueva manera de vivir la vida, diferente, desde la mansedumbre, desde la entrega generosa, desde el servicio, desde la comprensión.
Así era
Jesús. No todos le comprendieron, Marcos dice en su evangelio que un día al pasar por su pueblo con sus discípulos, sus amigos, los familiares de Jesús comentaron que estaba loco. Esto, todos sabemos, que no ha sido nuevo en la historia. Muchos le han seguido
y le siguen, muchos ponen su vida por Él, y muchos también piensan y dicen que la vida que Jesús propone
es una locura.
Nosotros
cristianos, que posiblemente llevamos largos años tratando de seguir, de buscar
a Jesús, alguna vez habremos escuchado que Él nos dice:
“¿tú qué buscas?”. ¿Qué le responderíamos? También a nosotros Jesús nos mira. Él nos ha tocado con su Espíritu, está
presente en lo más hondo de nuestro ser. Es posible también que hayamos tenido el gozo de su descubrimiento, de
sentir su presencia, de alguna manera la
alegría de los apóstoles cuando exclamaron: “hemos encontrado al Mesías”. Ese
clamor, ese grito en silencio ha salido del corazón de
quienes le han descubierto. Muchos lo sabréis.
Lo que
conmueve de verdad es el descubrir su actitud de servicio y de bondad, dejarnos
arrastrar por esa locura que detectaron en Jesús sus
familiares y vecinos, según Marcos. La fe en Jesús conmueve, no puede ocultarlani
negarla quien le ha sentido a fondo.