ROMPE TUS LIGADURAS Y SE LIBRE

Hoy un ciego comparte con Jesucristo el protagonismo de la página evangélica.
Siempre, pero mucho más en la época en la que vivía Jesús, el ciego es un hombre que, por su defecto físico, carece de autonomía; un hombre que en determinados momentos necesita de los demás; un hombre, en una palabra, dependiente.
El paso de Jesús cerca de este hombre y la atención especial que le demuestra tienen para él una consecuencia inmediata y positiva: queda curado de su ceguera y convertido en un hombre completo y liberado. Ya no necesitará de otro hombre que lo guíe por las intrincadas callejuelas, y ya no necesitará que una mano misericordiosa ponga en su mano extendida una limosna. El ciego del Evangelio se ha convertido, por obra y gracia de Jesús, en un hombre que puede andar solo.
Hay muchas escenas evangélicas en las que se nos muestran resultados parecidos al que comentamos. Casi todos los enfermos que se ponen en contacto con Jesús y a los que él cura son enfermos que carecen de capacidad autónoma de movimiento: ciegos, paralíticos y, en caso extremo y más allá de la enfermedad, muertos.
A todos les devuelve Jesús la capacidad de movimiento, a todos los “libera” de las amarras que los retenían, a todos les corta estas amarras y todos caminan solos dejando al borde del camino la incapacidad que los atenazaba y cambiando por completo el rumbo de sus vidas