Domingo 1 de septiembre
22 del tiempo ordinario
Lucas 14,1.7-14
Jesús
nunca toleró que sus discípulos ambicionaran los primeros puestos y proclamó de
muchas maneras las preferencias de Dios por los pobres, los humildes, los
pequeños y los que más sirven. Ése fue su estilo y así lo enseñó a sus
discípulos. Y porque Jesús era así, se le juntaban con gusto los pobres, los
pecadores, los despreciados, los niños, los últimos. Nadie le tenía miedo. No
es de extrañar que a Jesús no le gustara aquel día el empeño de los convidados
por escoger los primeros puestos.
Es
que nunca nos ha resultado fácil vivir en humildad. Nos parece que, si nos
ponemos entre los últimos, no se nos reconoce en lo que valemos y nos señalarán
como unos pobres fracasados. Nunca terminamos de aprender del todo que para los
que decimos sí a Jesús, la verdadera grandeza se adquiere en el servicio
humilde a los hermanos. Tenemos que hacernos a la idea de que nuestro sitio en
la vida no está donde más resplandezcamos, sino donde mejor podamos ayudar y
servir a los hermanos.
Cuando
hayamos servido a los más pobres, nos pagará el Señor, que paga bien. Nuestro
empeño será estar con los últimos, hacernos pequeños, no ser importantes y
parecernos a Jesús, manso y humilde de corazón.