Domingo 25 de agosto
21º del tiempo ordinario
Lucas 13,22-30
Gandhi
escribía que «las religiones son distintos caminos que desembocan en el mismo punto.
¿Qué importa que vayamos por distintos caminos si alcanzamos la misma meta?».
Cunado
Jesús nos dice que la puerta de la salvación es estrecha nos está diciendo que
no basta con pertenecer al pueblo judío, no basta con afirmar que hemos comido
y bebido con el Señor. Por dos veces se repite la misma frase de Jesús: «No sé
quiénes sois». Pero, al mismo tiempo, la puerta estrecha se convierte en ancha:
«Hay últimos -es decir, no judíos- que serán los primeros, y hay primeros -es
decir, judíos- que serán últimos». Y empalmando con el texto de Isaías de la
primera lectura, «vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur y se
sentarán en el reino de Dios».
No
basta con la pertenencia a la Iglesia para sentirse tranquilo y creer que se ha
encontrado ya la salvación prometida, en su sentido integral, y la entrada en
el reino de Dios. De ninguna manera bastan nuestros títulos de «católicos
practicantes» o de pertenencia a ciertos movimientos religiosos, para poder
estar tranquilo ante Dios y ante mi conciencia. No basta con que me considere
un fiel hijo de la Iglesia y defensor estricto de la ortodoxia, como tampoco el
progresismo cristiano y el vivir al ritmo de los tiempos constituye una
garantía de la salvación.
Hay
que esforzarse en entrar por la puerta estrecha -el evangelio de Juan presenta
a Jesús como la puerta por la que hay que entrar-. Jesús presenta, al mismo
tiempo, un camino ancho: porque nos habla de un Padre que es ternura y amor, no
nos asfixia con normas y leyes, pone al hombre por encima del sábado y de la
ley, y respeta nuestra libertad y nuestra conciencia. Pero, al mismo tiempo, su
camino es estrecho: exige entrar por su puerta, vivir como él vivió, intentar
reproducir sus actitudes y sentimientos. Si no luchamos por vivir así, nuestras
pertenencias, hechas de fidelidades o de progresismos, nos van a valer de poco.
Podemos escuchar aquella dura frase de Jesús en el momento definitivo: «No sé
quiénes sois»