Domingo 7 de julio
14 del tiempo ordinario
Lc (10,1-12.17-20)
«Poneos
en camino». Aunque lo olvidamos una y otra vez, la Iglesia está marcada por el
envío de Jesús. Por eso es peligroso concebirla como una institución fundada
para cuidar y desarrollar su propia religión. Responde mejor al deseo original
de Jesús la imagen de un movimiento profético que camina por la historia según
la lógica del envío: saliendo de sí misma, pensando en los demás, sirviendo al
mundo la Buena Noticia de Dios. “La Iglesia no está ahí para ella misma, sino
para la humanidad” (Benedicto XVI).
Por
eso es hoy tan peligrosa la tentación de replegarnos sobre nuestros propios
intereses, nuestro pasado, nuestras adquisiciones doctrinales, nuestras
prácticas y costumbres. Más todavía, si lo hacemos endureciendo nuestra
relación con el mundo. ¿Qué es una Iglesia rígida, anquilosada, encerrada en sí
misma, sin profetas de Jesús ni portadores del Evangelio?
«Cuando
entréis en un pueblo… curad a los enfermos y decid: está cerca de vosotros el
reino de Dios». Ésta es la gran noticia: Dios está cerca de nosotros
animándonos a hacer más humana la vida. Pero no basta afirmar una verdad para
que sea atractiva y deseable. Es necesario revisar nuestra actuación: ¿qué es
lo que puede llevar hoy a las personas hacia el Evangelio? ¿Cómo pueden captar
a Dios como algo nuevo y bueno?
Seguramente,
nos falta amor al mundo actual y no sabemos llegar al corazón del hombre y la
mujer de hoy.
«Cuando
entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa». La Buena Noticia de Jesús
se comunica con respeto total, desde una actitud amistosa y fraterna,
contagiando paz. Es un error pretender imponerla desde la superioridad, la
amenaza o el resentimiento. Es antievangélico tratar sin amor a las personas
sólo porque no aceptan nuestro mensaje.