Domingo 14 de julio
15 del tiempo ordinario
Lucas 10,25-37
Jesús
nos dice a cada uno de nosotros: «Sed compasivos como Dios es compasivo».
«Dichosos los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia».
En
el mundo hay muchos caminos de Jericó. Yen esos caminos hay muchos heridos:
jóvenes descontrolados y víctimas de traficantes sin conciencia, mujeres
maltratadas, mujeres explotadas y engañadas por los bajos instintos, familias
hundidas por bandidos que se las dan de personas honradas y andan por ahí tan
campantes.
¡Hay
tantas y tantas necesidades…!
Y
estas necesidades tenemos que verlas. El sacerdote y el levita vieron al herido
y, como si no lo vieran, pasaron de largo. A veces hay accidentes de tráfico y
algunos automovilistas aprietan el acelerador para no complicarse la vida. Hay
necesidades que se ven, pero como si no se vieran; se quedan en los ojos sin
bajar al corazón.
El
samaritano vio y se compadeció. Prestó los primeros auxilios, dio su tiempo y
su dinero, y estaba dispuesto a hacer todo lo que hiciera falta a favor de
aquel necesitado, a pesar de que los samaritanos y los judíos eran enemigos y
aquel necesitado era judío.
Jesús
jamás hizo milagros en beneficio propio, ni siquiera en los momentos de dolor,
pero los hizo en beneficio de los demás. Hablando de sus milagros, los
evangelistas escriben una y otra vez: Jesús tuvo compasión, Jesús se conmovió,
Jesús dijo: Me da lástima esta gente.
Amigos:
la palabra prójimo significa «próximo», «cercano», «el que está al lado». Un
doctor de la ley, un especialista en leyes le preguntó a Jesús: «¿Quién es mi
prójimo?». Y Jesús, a su vez, le hace esta pregunta: ¿Cuál de los tres fue el
prójimo del herido? ¿Cuál estuvo a su lado? Contestó el doctor: «El que
practicó la misericordia con él». «Anda -le dice Jesús-, haz tú lo mismo».
Y
estas palabras resuenan para nosotros desde hace casi dos mil años.
Anda
y haz tú lo mismo. Ponte al servicio de los demás.