Domingo 24 de febrero
7º del tiempo ordinario
Lucas 6,27-38
Vivimos
en una sociedad donde es difícil aprender a amar gratuitamente. Casi siempre
preguntamos: ¿Para qué sirve? ¿Es útil? ¿Qué gano con esto? Todo lo calculamos
y medimos. Nos hemos hecho a la idea de que todo se obtiene «comprando»:
alimentos, vestido, vivienda, transporte, diversión… Y así corremos el riesgo
de convertir todas nuestras relaciones en puro intercambio de servicios.
Pero,
el amor, la amistad, la acogida, la solidaridad, la cercanía, la confianza, la
lucha por el débil, la esperanza, la alegría interior… no se obtienen con
dinero. Son algo gratuito que se ofrece sin esperar nada a cambio, si no es el
crecimiento y la vida del otro.
Entre
nosotros hay personas que solo pueden recibir un amor gratuito, pues no tienen
apenas nada para poder devolver a quien se les quiera acercar. Personas solas,
maltratadas por la vida, incomprendidas por casi todos, empobrecidas por la sociedad,
sin apenas salida alguna en la vida.
Aquel
gran profeta que fue Helder Cámara nos recuerda la invitación de Jesús con
estas palabras: «Para liberarte de ti mismo, lanza un puente más allá del
abismo que tu egoísmo ha creado. Intenta ver más allá de ti mismo. Intenta
escuchar a algún otro, y, sobre todo, prueba a esforzarte por amar en vez de
amarte a ti solo».