Domingo 17
3º Adviento
Juan 1,6-8.19-28
Pero
a medida que vamos creciendo le vamos teniendo más miedo a la “luz”. Con el
paso de los años vamos teniendo más cosas que “ocultar” e intentamos huir de la
luz que lo ponga al descubierto. Perderíamos nuestra imagen frente a los demás.
Algo
tiene que ver el evangelio de este domingo con una experiencia tan común.
Juan,
el autor del evangelio, no ofrece más detalles; porque Juan, el Bautista, se
presenta así, solo como un hombre, al margen de cualquier organización social,
económica, política o religiosa. Y propone a sus contemporáneos un cambio:
abandonar las tinieblas y ponerse del lado de la luz.
Primero,
porque, como en el caso de Juan, nuestro papel no debe ser más que el de
testigos: nuestra tarea es dar testimonio de la luz, no apropiarnos de ella.
Por eso debemos presentarnos como servidores de la verdad y no como sus dueños;
podemos engañar a los hombres si, en lugar de facilitarles que se encuentren
con Jesús y le den a él su adhesión, intentamos convertirlos en partidarios
nuestros.
Y,
en segundo lugar, porque, igual que hizo Juan, no hay que esconder ese
testimonio ante nadie ni en ninguna circunstancia. Aunque a algunos les salten
los nervios… por miedo a la luz.
La
pregunta es: ¿seguiremos teniendo miedo a la luz?