Domingo 5 de marzo
1º de Cuaresma
Mateo 4-1,11
Dejar
al borde del desierto tantas mentiras e hipocresías, una vida aburguesada y
autosatisfecha. Dejar esas trampas sutiles con las que pretendemos
autoconvencernos, llegando incluso a torcer el sentido de las frases
bíblicas para rehuir el cambio y demostrar que Dios piensa exactamente
igual que nosotros (de la misma forma que lo hizo el diablo al tentar a
Jesús) Al desierto hemos de entrar desnudos, para descubrir nuestra
«aridez interior», para tener el coraje de mirarnos tal cual somos, sin
las vestiduras que cubren la vergüenza, las llagas o la
suciedad.
Cuidado con
entrar al desierto de esta cuaresma bien situados en nuestro carro
-muchas veces un carro blindado- sobre el cual rebotará la Palabra
exigente de Dios. Caminemos, en cambio, en la pobreza y el silencio
interior, para llenarnos con la riqueza del Evangelio y con la Palabra
del Señor, que nos invita a derribar los ídolos para revestirnos de
Cristo vivo. Dejemos también los cómodos bastones y la pesada mochila.
Apoyémonos en un Dios que nos ha de guiar por el camino de la libertad, cuya
primera etapa es mirarnos y reconocernos tal cual somos…
Jesús en el desierto se miró a sí mismo desde el punto de
vista de Dios. Dejó a un lado sus intereses, su comodidad, su egoísmo, y
se preguntó sinceramente por el camino a seguir. Su pregunta fue limpia,
sin doble intención; como limpia, sincera, transparente fue su respuesta…