CAMINANDO CON LA VERDAD

Domingo 5 de marzo
1º de Cuaresma
Mateo 4-1,11

Jesús tenía treinta años cuando el Espíritu lo urgió a abandonar su familia, su pueblo, su  comodidad, sus esquemas… para descubrir lo nuevo de una misión a la que era llamado. Penetrar en el desierto significa, en efecto, desprendernos de todos los esquemas en los  que nos hemos «fijado y anclado»; es reconocer que eso pertenece a un mundo viejo y  caduco.
Dejar al borde del desierto tantas mentiras e hipocresías, una vida aburguesada y  autosatisfecha. Dejar esas trampas sutiles con las que pretendemos autoconvencernos,  llegando incluso a torcer el sentido de las frases bíblicas para rehuir el cambio y demostrar  que Dios piensa exactamente igual que nosotros (de la misma forma que lo hizo el diablo al  tentar a Jesús) Al desierto hemos de entrar desnudos, para descubrir nuestra «aridez  interior», para tener el coraje de mirarnos tal cual somos, sin las vestiduras que cubren la  vergüenza, las llagas o la suciedad.               Cuidado con entrar al desierto de esta cuaresma bien situados en nuestro carro -muchas  veces un carro blindado- sobre el cual rebotará la Palabra exigente de Dios.    Caminemos, en cambio, en la pobreza y el silencio interior, para llenarnos con la riqueza  del Evangelio y con la Palabra del Señor, que nos invita a derribar los ídolos para  revestirnos de Cristo vivo. Dejemos también los cómodos bastones y la pesada mochila.  Apoyémonos en un Dios que nos ha de guiar por el camino de la libertad, cuya primera  etapa es mirarnos y reconocernos tal cual somos…
Jesús en el desierto se miró a sí mismo desde el punto de vista de Dios. Dejó a un lado  sus intereses, su comodidad, su egoísmo, y se preguntó sinceramente por el camino a  seguir. Su pregunta fue limpia, sin doble intención; como limpia, sincera, transparente fue  su respuesta…