24 del tiempo ordinario
Marcos 8,27-35
En el fondo está la
pregunta de qué está en nuestra cabeza cuando decimos la palabra “Dios”. El
problema no es si alguien cree o no en Dios, sino en qué “dios” cree. Si a
muchos que se consideran creyentes nos llevaría muchas sorpresas. Pero muchas
más nos llevaríamos si preguntamos a quienes se definen como ateos en qué
“dios” no creen.
Jesús le dice a Pedro
que está hablando como representante de Satanás, no como Dios quiere que hable.
Por eso, la pregunta que ahora debemos hacernos nosotros es ésta: ¿quién
queremos que sea, hoy, para nosotros Jesús de Nazaret? ¿Qué Jesús de Nazaret
presentamos hoy nosotros, presenta la Iglesia, ante la sociedad en la que
vivimos?
Presentamos
preferentemente al Jesús triunfalista, al que hace milagros y expulsa demonios,
al que multiplica los panes y amansa las aguas del lago, al que deben obedecer,
en lo político y en lo religioso, todos los pueblos de la tierra, o hablamos,
más bien, con humildad y fervor, del Jesús que nació y vivió como pobre, que
luchó incansablemente contra la impiedad y contra la injusticia, que sufrió y
murió por no acomodarse a las costumbres, pensamientos y mandamientos de los
que tenían el poder político y religioso de su tiempo?
¿De qué Jesús hablamos
y a qué Jesús seguimos nosotros y a qué Jesús queremos que siga hoy la sociedad
en la que nosotros vivimos? Que cada uno responda como pueda a ésta o a
parecidas preguntas.
En definitiva,
¿hablamos y pensamos también nosotros como hablaba Pedro, es decir, como hablan
los hombres, como habla Satanás, o hablamos como hablaría Dios, es decir, como
de hecho hablaba Jesús de Nazaret?
¿A qué Jesús
representa y sigue hoy nuestra Iglesia, la Iglesia Católica, de la que nosotros
queremos ser fieles hijos y miembros vivos del cuerpo de Cristo?