Domingo 5 de julio
14 del tiempo ordinario
Marcos 6,1-16
Jesús vuelve a su
pueblo para anunciar un mensaje de liberación. Todos reconocen que habla con
sabiduría. ¿Pero cómo Dios va a hablar a través de una persona que conocemos
tan bien? Desconfiaban porque lo conocían. En realidad lo conocían como el
carpintero, el hijo de María.
Anunciar un mensaje de
liberación implica decirnos qué cosas nos están esclavizando y nos impiden ser
libres. Supone una crítica.
Si viene alguien
desconocido y critica algunas cosas de nuestra forma de ser y actuar, quizás lo
escuchemos. Desde afuera puede haber visto cosas de las que nosotros no nos
damos cuenta.
Pero si nos critica
alguien a quien
creemos conocer bien y desde hace años… las cosas cambian. Nos
cuesta aceptar lo que nos diga, aunque sean verdades evidentes, y casi siempre
podemos sacar “algún trapo sucio” del que nos habla y eso basta para
descalificar su crítica y rechazar su mensaje de liberación.
Si nosotros lo conocemos,
él también nos conoce y, por ello, será quien pueda decirnos las verdades que
nunca queremos oír, que nos molestan, porque pondrían en cuestión nuestra
situación de poder.
Por eso dice Jesús
“Nadie es profeta en su tierra”.