Domingo 5 de abril
Domingo de Ramos
Mateo 27,11-54
Confinados
en casa, terminando la quinta semana de Cuaresma, se alza el telón de la Semana
Santa, cuyo pórtico es el Domingo de Ramos, con la bendición y la procesión de
las palmas, recordando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Es el único
domingo del año en que se celebra el misterio de la muerte del Señor con la
proclamación del relato de la pasión. Una Semana Santa muy diferente, recogidos
no solo en nuestros domicilios, también en el interior de nuestros corazones,
buscando a Dios entre la niebla. Siguiendo la pasión de tantos cristos rotos y
crucificados en los hospitales, que se nos estremece el alma.
Para
ello, es necesario aprender a mirar, que significa mirar de nuevo, como si las
cosas aparecieran por primera vez, centrarse en lo esencial, lo sencillo y lo
más humano. Requiere abrir la ventana del alma para que nada resulta ajeno, es
un situarse en la cercanía de la humanidad herida desde la sim-patía
(sentimiento). La mirada atenta y misericordiosa se inclina para acercarse al
herido, una mirada que se compromete con su situación y toca sus heridas.