Domingo 16 de febrero
6º del tiempo ordinario
Mateo 5,17-37
Jesús
nos señala la necesidad de cumplir todo el espíritu del quinto mandamiento que
implica un amor total al hombre y a la mujer, sea hermano, hermana o extraño,
amigo, amiga o adversario. Tan cierto es que si la oración comunitaria o la
eucaristía constituyen un elemento fundamental de nuestra vida de fe, mucho más
importante es saber reconciliarse con aquel hermano, hermana que está en
litigio con nosotros. Podemos vivir sin matar a un prójimo, o sea quitarle
materialmente la vida… pero no olvidemos que existen otras formas de matar al
prójimo: mata la diferencia, matan las habladurías y calumnias, mata la
mentira, matan las envidias, matan las disputas interminables; en fin quien
mata verdaderamente y totalmente al hombre y a la mujer es el egoísmo
Una
vez más y antes de perder la perspectiva del texto evangélico de hoy, recojamos
su mensaje esencial: Si viviéramos la ley de Dios en su letra y en su espíritu
sin regateos ni cercenamientos, el camino hacia la felicidad estaría totalmente
despejado. Pero esto supone la renuncia a todas las formas de egoísmo y eso
hace que tal camino -como lo recordó Jesús en otra oportunidad- sea duro y
estrecho… duro y estrecho como el camino que nos conduce a la vida desde el
seno materno; porque la vida tiene su precio. El evangelio de este domingo defiende
ese alto precio contra toda tendencia inflacionista.