Domingo 2 de octubre
27 del tiempo ordinario
Lucas 17,5-10
Cada día haríamos el milagro de cambiar nuestra vida.
Cada día haríamos el milagro de dar un sentido nuevo a nuestra vida.
Cada día haríamos el milagro de salir de nuestra vulgaridad.
Cada día haríamos el milagro de ser más santos.
-Si tuviésemos más fe en el hombre:
Cierto que lo respetaríamos más.
Cierto que reconoceríamos su verdadera dignidad de “imagen y semejanza de Dios”.
Cierto que no lo explotaríamos con un salario injusto.
Cierto que no nos aprovecharíamos de él para nuestros intereses y egoísmos.
Cierto que lo respetaríamos más.
Cierto que reconoceríamos su verdadera dignidad de “imagen y semejanza de Dios”.
Cierto que no lo explotaríamos con un salario injusto.
Cierto que no nos aprovecharíamos de él para nuestros intereses y egoísmos.
-Es triste escuchar por ahí:
“Hoy uno no puede fiarse ni de su propia sombra”. “No te fíes de nadie”.
Es triste que el esposo no crea en su esposa.
Es triste que la esposa haya perdido la fe en su marido.
Es triste que los padres ya no crean en sus hijos.
“Hoy uno no puede fiarse ni de su propia sombra”. “No te fíes de nadie”.
Es triste que el esposo no crea en su esposa.
Es triste que la esposa haya perdido la fe en su marido.
Es triste que los padres ya no crean en sus hijos.
Y si Dios cree en mí, ¿por qué no creer yo en
los demás?
-El mundo necesita que tengamos más fe en él.
Que creamos que el mundo puede cambiar.
Que creamos que el mundo puede ser mejor.
Que creamos que el mundo puede ser bello y hermoso.
Si no creemos en el mundo nunca haremos nada por cambiarlo.
Si no creemos en el mundo nunca nos comprometeremos en mejorarlo.
Si no creemos en el mundo difícilmente creeremos en el cielo.
Si hasta Dios cree en el mundo. “Y vio Dios que era bueno”.
Y la vida solo tiene sentido cuando creemos
en Dios y cuando creemos en nosotros mismos y en los demás