EL DOMINGO DEL BUEN GUIA

Se le define ordinariamente como el «domingo del buen Pastor». ¿Y si, por el contrario, fuese sobre todo el domingo de las ovejas? Todos están de acuerdo en reconocer que Cristo es el verdadero Pastor, lo contrario del mercenario, ya que dio su vida por sus ovejas, porque es su único guía seguro, que se pone delante de ellas abriéndoles el camino.
Pero hemos de convencernos, más bien, de que lo más importante de todo son las ovejas.
Que no forman un rebaño... de borregos, muchos y todos iguales. Que no constituyen una masa de adeptos sin criterio.
Que no deben ser explotadas de ninguna forma, ni para el prestigio propio, ni para el propio consuelo.
Que deben ser conocidas y llamadas por su nombre y amadas una a una.
La forma con que Cristo habla del redil casi evoca la imagen del templo.
Y en el centro, esta vez, no está la presencia de Dios, sino la presencia del hombre. Una realidad sagrada que respetar.
El redil no es el lugar de encierro o el dormitorio de las ovejas. Es el lugar del encuentro, del reconocimiento.
Jesús, además de definirse como «Buen Pastor», se sitúa como la única puerta de entrada en el redil. Quien se ocupe de las ovejas debe «pasar» obligatoriamente por él, dejar en aquella puerta toda su vanidad, sus ambiciones de hacer carrera, su cartera, sus pretensiones de poder, sus cálculos oportunistas, su orgullo de saber.
Hay que dejar en aquella puerta el bastón y el código. El pastor sólo va armado con su voz.
El que no entra por la puerta que es Cristo, es decir, el que no adopta su mismo estilo, ése es «ladrón y bandido», aunque hable en nombre de Cristo.
¡Feliz Domingo!