TAMBIÉN SON NUESTROS HERMANOS

Jesús no nos dejo un mensaje de AMOR y compromiso con nuestros hermanos, para que a estas alturas hagamos como que no vemos nada y permitimos que hermanos nuestros de otros países se estén matando sin saber muy bien porque. Os invitamos a que leáis el siguiente relato y experimentéis junto con el protagonista como el odio es capaz de volver locos a gente que no hace mucho eran personas normales que vivían y convivan con los que ahora odian y se matan entre si.

Lawa Lawa
Lunes 20 de enero de 2014

Llegando el sábado a Mbata nos contaron cómo Yaya, el guardián de las hermanas, se ha escapado de una muerte segura. No sé si es la fe en Ala o la fatalidad del destino islámico pero cuando le anunciaron que corría peligro dijo que estaba en las manos de Dios y si su hora había llegado no podía hace nadad para cambiarlo. Ha permanecido una semana escondido entre el techo de chapa cúmen y el tejado de cinc en la casa de las hermanas. Ayer sábado llegó el abbé Alain con su equipaje pues comienza misión en Mbata y les dijo a los hombres de Lawa Lawa, que cortaban la carretera con una barrera, que tenía que volver rápido hacia Senga pues había un enfermo… Rápido descargaron el equipaje y envolvieron a Yaya en el toldo del coche colocándole en el suelo de la parte trasera de la cabina. Las dos hermanas sentadas encima pisando al buen Yaya consiguieron salir de Mbata sin levantar sospechas… En Mbaiki la hermana de Yaya se emocionó mucho al rencontrarlo vivo y sano, pues todos le daban ya por muerto.

 Al llegar a Mbata el espectáculo es desolador. Muchas casas quemadas. En la parroquia hay un centenar de refugiados, entre ellos papa Michel, mama Charlotte, la familia Bosseba, la familia de Nicole… Cuando les he saludado me cuentan sus penas. Al anochecer, estábamos cenando tranquilamente cuando hemos escuchado varios fogonazos de lanza roquetas…

-       “Tranquilos, son los Selekas de Batalimo y Mongoumba que pasan hacia M’baiki y tiran para asustar a los antibalakas”, nos ha dicho el abbé Alain que había hablado por la tarde con Lawa Lawa, jefe de los antibalakas, para anunciarle el paso de los Selekas… Estos prometieron no hacer nada si no se les provoca.

Hemos seguido cenando en buena fraternidad con las hermanas y el nuevo equipo de abbés que se harán cargo de la parroquia, Lévy y Alain. A los pocos minutos oímos tiros de kalasnikow… Como un rayo en la noche se ha presentado en la sala del comedor el temible Lawa Lawa, kalasnikow a la mano, cual rambo furioso, gritando, y con los ojos desorbitados…

-       “Abbé, ven aquí fuera, me has engañado, los Selekas al pasar han matado a dos de mis hombres…
Levy ha salido a la veranda en medio de la oscuridad y en ese momento mientras Lawa Lawa grita como un loco ha disparado un tiro de kalasnikow, luego otro… Nos hemos quedado enmudecidos pensando que le había matado, pero al poco hemos oído la voz del abbé que le invita a calmarse pues está como drogado y fuera de sí.
-       “La moto, dame la moto para perseguirles… Dame la moto u os mato aquí mismo…”



A la mañana siguiente, antes de la Misa dominical, Lawa Lawa se ha presentado de nuevo en el presbiterio avergonzado para pedir perdón por lo de la noche pasada. El abbé Lévy le ha dicho que saque fuera del recinto parroquial las armas…, Lawa Lawa cuenta que ayer persiguió a los Selekas hasta Pissa (unos 120 km ida y vuelta con un litro de gasolina). El abbé insiste que le traiga la moto inmediatamente.
Hemos comenzado la Misa con unas sesenta personas (ancianos y los refugiados de la parroquia); casi todo el pueblo sigue escondido en la selva. El abbé Lévy me cuenta que han hesenta y cinco, pero lo curioso es que los Selekas que mataron a siete personas sólo quemaron unas cuarenta o cincuenta…
El resto es obra de los jóvenes antibalakas, esos “defensores del pueblo”, que después de robar las casas de sus paisanos las han prendido fuego.

Kossy, el constructor del Togo que trabaja con nosotros, me cuenta como el sábado de la matanza él mismo se salvó por los pelos, pues los musulmanes para salvarle le metieron en el camión que vino a llevarse a todos los musulmanes; pero pronto se dio cuenta que al ser “kongo” (no musulmán), el comandante Seleka le eliminaría. Así que en Batalimo, cuando han parado para comer algo Kossy dijo que iba al retrete y se escapó por la selva…